INXS EN CÓRDOBA

19.11.2011 09:49

Ante los insistentes pedidos a nuestra página web y debido a que la página oficial de Facebook de la banda INXS reprodujo en su sitio parte de nuestro comentario, volvemos a publicar la crónica del show de INXS en Córdoba, evento ocurrido el pasado 6 de noviembre.

Por GUILLERMO MARIONI

Joven argentino: si tienes entre 13 y 55 años y no viste en vivo a INXS, cumplimos el deber de informarte que no conoces el mejor rock y el pop esencial de los ’80 y los ’90. Nunca escribo en primera persona, pero esta vez haré una excepción. En la noche de este domingo 6 de noviembre me tomé un tren cuya parada fue en mediados de la década del ´80, década dorada para mí en cuestión de música. Quizá porque estaba transitando por mi adolescencia y porque bandas y estilos de los más variopintos copaban las incipientes frecuencias moduladas de la ciudad.
Este “Volver a los 17”, como pregonaba Violeta, lo hice con unos anfitriones de lujo. La banda –legendaria- de los hermanos Farriss. Fundada en 1977, cuando yo iba a primer grado, atravesó etapas de mayor o menor trascendencia en la escena musical de los ´80 y ´90. Con el equipo original completo –salvo, obviamente, por la irreparable ausencia de su más carismático frontman, Michael Hutchence-, INXS se presentó por segunda vez en su historia en la ciudad de Córdoba. La primera vez –fallida, por insalvables problemas acústicos- fue en el pabellón verde de Feriar, en marzo de 1994, con Hutchence aun vivo. Esta vez la banda trajo como gran y grata novedad el debut, muy reciente, de su nuevo vocalista. Se llama Ciaran Gribbin, es un irlandés de 35 años, que ya ha colaborado con artistas como Madonna, Paul McCartney y Paul Oakenfold.
El show empezó con media hora de retraso (por problemas eléctricos, según se informó), pero el público casi no acusó la espera. Con toda la fuerza, INXS regaló clásicos de todas sus épocas. Uno de los primeros en llegar fueron “Mistify”, de ese enorme disco que es “Kick” y que está por cumplir 25 años. Y a lo largo de una hora y cincuenta fueron mechando con hits de los ´90: “Heaven Sent”, la exquisita “Communication”, la inmortal “Suicide Blonde” –con solo de armónica característico de Andrew Farriss incluido-, hicieron las delicias de un público bastante heterogéneo en edades. Estábamos los cuarentones, los cincuentones también y además una selección sub-30 que no vivió directamente el fulgor de los ’80 pero sí de los ’90.
Y así la banda fue recorriendo lo más granado de su repertorio. A la vez de destacarse cada uno en lo suyo. La simpatía siempre a flor de piel del gran Kirk Pengilly, con solos de saxo y trompetas que siempre caracterizaron al sonido INXS. La gran pericia de Tim Farriss en guitarras y Garry Gary Beers en bajo y el siempre efectivo Andrew Farriss en teclados, armónica e instrumentos varios. La imponente presencia de Jon Farriss y su batería implacable marcó a lo largo de toda la noche el ritmo de estos monstruos australianos. Sumando la voz y presencia del nuevo vocalista, que si bien no tiene el carisma que tenía Michael Hutchence, Ciaran –se pronuncia “Kirian”- supo ganarse el favor del público del Quality. A-do-ra-do por las chicas (en las fotos que acompañan esta nota se puede ver que es un muchacho muy agraciado. Rubio, de ojos celestes, con toda la “facha”, como se dice ahora, Ciaran es una especie de Miguel Mateos con 20 años menos), Ciaran cantó cada tema sin siquiera pretender sonar como Hutchence. A su estilo, aunque sobrevoló toda la noche la tentación de compararlo con Michael, Gribbin cumplió y con creces su labor. Con un español terrible, según confesó, el vocalista agradeció a Córdoba gran parte de la noche, hecho que le valió meterse al público en un bolsillo.
Disfruté creo que como nadie el ver pasar delante de mis ojos imágenes de aquellos años que ahora tan lejos parecen estar al ritmo de “By my side”, “Not enough time”, “Taste it”, “Dissapear”, “Bitter tears”, entre otras. Sin hablar del súmmum que significó el combo infernal conformado por lo más esperado de la noche: “Need you tonight” y “New Sensation”, interpretadas por el grupo de manera contundente, fiel al sonido del disco, sin distorsiones y ejecutadas como si fuera la primera vez. El público de las primeras filas ya había abandonado sus butacas numeradas y por pedido expreso del “stage manager” del grupo, los fans pudieron acercarse a la baranda que separaba el escenario de la platea. La gente de seguridad del Quality luchó un par de veces para que nos sentáramos, pero vino este simpático señor canoso y detrás de la baranda arengó a las señas para que nos acercáramos. Ya no hubo tiempo ni lugar para sentarse. Era todo fiesta, saltos y alegría tribunera.
Sonaron más hits, entre ellos el esperado “Nunca nos separen” (“Never tear us apart”), lentazo histórico del grupo que todos cantamos a voz en cuello. Hubo uno –sólo uno- que atinó a una vieja tradición, hoy desterrada por la omnipresencia de los celulares: prendió el encendedor a lo largo de la canción. Nadie lo acompañó, pobre. Pero se dio el gusto de hacerlo.
En otro de los momentos cumbre de la noche, el vocalista Gribbin salió del escenario, la banda comenzó con los acordes de “Original Sin” y para sorpresa de todos, sobre todo de la tribuna más alejada del escenario, apareció cantando entre el público. Gesto que todos aplaudieron.
INXS respetó todas las versiones de su repertorio, con una excepción: un cambio de melodía en “Beautiful Girl”, aquella bella balada de 1992 que trataba sobre la belleza femenina y sus trastornos, temática que en aquellos años nadie había abordado, por lo menos desde la música. Para los bises eligieron “Drum Opera”, una performance de los tres hermanos Farriss, a pura percusión. Un entremés delicioso antes del final con “What you need” y “Don´t change”. Regalaron de todo. Además de la música, algunos privilegiados se llevaron variados “souvenirs”. Las botellitas de agua a medio tomar que regaló Cirian, las púas que regaló Pengilly, las listas de temas, despegadas del piso por el cantante, y hasta un par de baquetas que regaló Jon, el baterista.
Faltó sólo un hit: “Baby, don´t cry”, pero es algo que se puede perdonar. La sola presencia de estos representantes genuinos de toda una era musical, en Córdoba, y a metros de distancia, valió y mucho el precio de la entrada, y la espera. Fueron 17 años, aunque sin su líder, pero con toda la potencia para hacer buena música. Tienen intenciones de volver el año que viene, serán bienvenidos. No paren el tren, no me quiero bajar.